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Boletín 40 (2018): Promover la salud de todos los pueblos del mundo

Para Amit Sengupta (1958 – 2018)

Estimados amigos y amigas

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

La sequía y la ocupación humana de tierras forestales contribuyeron a los terribles incendios en California (Estados Unidos). La foto de arriba, tomada por Andy Holzman (Southern California News Service) de una propiedad en Camarillo muestra a lxs trabajadorxs agrícolas inclinados sobre los cultivos a pesar de los sucesivos incendios. El humo flota sobre ellos, las condiciones de trabajo son inhumanas. Y sin embargo, continúan trabajando. Es esto o sus familias se mueren de hambre. La imagen refleja claramente la dinámica de clase en nuestro mundo -la salud y la seguridad de quienes trabajan la tierra, en las fábricas, en las minas, los vertederos de basura son de muy poca importancia para quienes formulan las políticas y controlan la propiedad.

La poetisa Lorna Dee Cervantes escribe: «el trabajo es el refugio de la tristeza».

A principios de este mes, en Savar (Bangladesh), más de 1.400 delegados participaron en la Cuarta Asamblea de la Salud de los Pueblos, cuya primera edición fue organizada en el año 2000 por organizaciones populares de la salud para impulsar una dinámica mundial a favor de las medidas de salud pública. En el centro de las discusiones se encontraban las crecientes desigualdades en materia de salud; entre ricos y pobres, sin duda, pero también entre los Estados ricos y los Estados que se han visto despojados de su riqueza por el colonialismo y el orden adverso que se ha producido en los últimos cincuenta años. El discurso principal en la conferencia fue pronunciado por Eduardo Espinoza, viceministro de Salud de El Salvador, quien dijo rotundamente: «No hay otra manera de avanzar que cambiar el modelo de desarrollo que ha resultado en la crisis actual». Por «modelo de desarrollo» Espinoza se refiere a la agenda de comercio y desarrollo que permite a las empresas monopolistas dictar condiciones a las naciones pobres y las obliga a reprimir su agenda para el progreso social. (Para una cobertura completa de la Asamblea, por favor miren aquí, los informes de P. Ambedkar y Subin Dennis de la oficina de Delhi del Instituto Tricontinental de Investigación Social).

El Día Mundial del SIDA es el 1 de diciembre. Este es el 30º aniversario de este día conmemorativo iniciado por Naciones Unidas, como medida para llamar la atención sobre la crisis de VIH-SIDA. La preocupación por esto ya no está en niveles de emergencia, a pesar de que el número de personas con VIH ha aumentado con los años. Parece que ya no es una preocupación porque la mayoría de las nuevas poblaciones infectadas no se encuentra en los Estados ricos, sino en el Sur Global, principalmente en el continente africano. La declaración de Espinoza sobre el «modelo de desarrollo» explica como la epidemia de VIH-SIDA aflige al Sur. Estados en África, Asia y América Latina han sido presionados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que recorten sus programas de salud pública y han luchado con las compañías farmacéuticas para obtener medicamentos a bajo costo. Por lo tanto, el FMI no solo ayuda a destruir los mecanismos para identificar al VIH, sino que también dificulta el acceso a las medicinas. La ONU había esperado erradicar el VIH-SIDA para el año 2030. Ahora esta es una falsa esperanza. El modelo de desarrollo -como dijo Espinoza- está haciendo al mundo más enfermo, no más saludable.

«¿Seremos lo suficientemente valientes?» para cambiar este modelo, preguntó Espinoza en Bangladesh. Es una buena pregunta. Así como el desafío planteado por Chiara Bodini, copresidenta del Movimiento por la Salud de los Pueblos, ella pidió que se fortalezca un movimiento en pro de la salud.

Pero ese movimiento es débil e incapaz de hacer frente al poder del FMI y de las compañías farmacéuticas monopólicas. Tampoco es capaz de enfrentarse la lógica del capitalismo. Como muestro en mi columna de esta semana, la gigante estadounidense de inversiones, Goldman Sachs, ha dicho inequívocamente que las curas para las enfermedades no son rentables. Si la terapia génica puede librar a los pacientes de la enfermedad, entonces habrá un «agotamiento gradual del grupo predominante de pacientes». Es la enfermedad la que genera dinero, no la salud. Las compañías farmacéuticas monopólicas, que a menudo dependen de financiamiento público para la investigación y que esconden sus medicamentos tras de regímenes de propiedad intelectual privada despiadados e inhumanos, obtienen ganancias astronómicas. A Gilead Sciences le cuesta 6 dólares fabricar la dosis mensual para un paciente de Truvada, un medicamento esencial para el tratamiento del VIH. Pero la compañía -que ganó US$ 26.110 millones el año pasado-, vende esta droga por 1.500 dólares al mes. No hay futuro con este modelo económico. Unos pocos van a seguir ganando enormes cantidades de dinero, mientras muchos van a endeudarse y morir.

El título de este boletín es de la Declaración de Alma Ata. En 1978, representantes de 134 países y 67 organizaciones se reunieron en el Centro de Convenciones Lenin en Alma Ata (actual Almaty), en la URSS. Acudieron convocados por la Organización Mundial de la Salud y UNICEF, el fondo de las Naciones Unidas para la infancia. La declaración fue parte del espíritu del Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), aprobado por la Asamblea General de la ONU en 1974. La esperanza era producir un orden mundial que no fuera injusto y que permitiera a los nuevos estados postcoloniales crear programas para el desarrollo social. El llamamiento clave de Alma Ata fue hacia la atención primaria de salud. Un documento previo a la conferencia requería la «transferencia de una mayor proporción de los recursos de salud para la mayoría de la población que no estaba suficientemente atendida». Exigía «una distribución más equitativa de los recursos sanitarios internacionales». La atención primaria de salud, señalaba un documento interno, era una «frase en clave» para referirse al «clamor nacional e internacional por la igualdad social y la justicia».

Estamos tan lejos de Alma Ata. Hace casi tres décadas oí hablar por primera vez de la Declaración a mi amigo y camarada, el Dr. Amit Sengupta, entonces del Foro Científico de Delhi. Esta semana, Amit murió en Goa (India). Fue uno de los líderes del movimiento de ciencia popular de la India y del movimiento por la salud de los pueblos, así como el coordinador mundial asociado del Movimiento por la Salud de los Pueblos, que recientemente celebró su encuentro en Bangladesh (por favor miren la nota de LeftWord Books sobre Amit). Los principios de Amit están cimentados en la Declaración de la Salud de los Pueblos (2000), cuyo preámbulo dice: «La desigualdad, pobreza, explotación, violencia e injusticia están en la raíz de la mala salud y de las muertes de lxs pobres y marginadxs. La salud para todxs significa que los intereses poderosos tienen que ser cuestionados». En un artículo reciente, Amit volvió a la Declaración de Alma Ata. La «justicia social», escribió, es «una cuestión de vida o muerte».

La justicia social no es un regalo de los poderosos. El pueblo tiene que pelear por ella y sus luchas y sacrificios hacen de nuestro mundo un lugar más feliz. En Túnez, debido a la lucha social, el gobierno se ha visto obligado a adoptar una ley de herencia equitativa, una ley que ya no privilegia a los hombres sobre las mujeres (miren arriba). En Ecuador, hay protestas de estudiantes y profesores que podrían revertir la decisión del gobierno de recortar el presupuesto de educación. En Francia, serán las protestas de los chalecos amarillos (gilets jaunes) que revertirán el aumento del precio de los combustibles del gobierno de Macron.

Es siempre la lucha de marginados y vulnerables la que permite que los ideales humanos permanezcan vivos en nuestro mundo.

Debido a esto, nuestrxs amigxs del MST nos han pedido que nos unamos a su campaña contra las empresas que se benefician de la expulsión de integrantes del MST del asentamiento Quilombo Campo Grande. En esa cooperativa, 450 familias producen, hace 20 años, alimentos orgánicos, incluyendo café. El beneficiario de esta expulsión es João Faria da Silva, propietario de la empresa Terra Forte Café. El MST ha iniciado una campaña internacional contra las compañías monopolistas que compran productos a esta empresa. Entre esas compañías se encuentran Nestlé y Nescafé. La etiqueta para esta campaña es #NoMeuBuleNão (EnMiCafeteraNo). Por favor, miren la página de la campañaaquí.

Esta semana celebramos el cumpleaños de Friedrich Engels (1820-1895), el colaborador de Karl Marx y uno de los intelectuales clave del movimiento socialista del siglo XIX. En su libro histórico La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844), Engels investigó sobre las vidas de los trabajadores que producían la riqueza del Reino Unido. Recientemente, el economista Utsa Patnaik dijo que los colonizadores británicos desviaron 45 billones de dólares de India. Ese fue el pago inicial de la revolución industrial británica. El dinero que luego se utilizó para contratar a lxs trabajadorxs, que vivieron en condiciones miserables mientras los capitalistas británicos acumulaban su riqueza astronómica. En su libro, Engels escribe sobre sus vidas,

Todos los males concebibles se amontonan sobre las cabezas de los pobres. Si la población de las grandes ciudades ya es demasiado densa en general, es a ellos sobre todo a quienes se los obliga a concentrarse en el menor espacio. No conformes con haber contaminado la atmósfera de la calle, se les encierra por docenas en una sola pieza, de modo que el aire que respiran por la noche es verdaderamente asfixiante. Se les dan viviendas húmedas, sótanos, cuyos pisos rezuman, o buhardillas con techos que dejan pasar el agua: Se les construye casas de donde el aire viciado no puede escapar. Se les da ropa mala, andrajosa, casi harapienta, alimentos adulterados o indigestos. Se les expone a las emociones más vivas, a las más violentas alternancias entre el miedo y la esperanza; se les acosa como a animales, y nunca se les da reposo, ni se les deja disfrutar tranquilamente de la existencia.

Y luego, Engels pregunta, «¿Como es posible, bajo tales condiciones, que la clase baja sea saludable y longeva? ¿Qué más que se puede esperar que no sea una mortalidad excesiva, una serie ininterrumpida de epidemias, un deterioro progresivo del físico de la población trabajadora?»

Qué más se puede esperar, a menos que, en memoria de nuestro amigo y camarada Amit Sengupta y tantxs otrxs, luchemos por construir un mundo mejor.

Cordialmente,

Vijay

P.D. Por favor visiten nuestro sitio web para que vean todos los materiales que hemos producido, incluyendo los boletines anteriores.

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