Estimados amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

El miércoles por la noche en São Paulo (Brasil), pasé por una pared con el eslogan Marielle Presente pintado. Se refiere al asesinato de Marielle Franco en Rio de Janeiro el 14 de marzo de este año. El jueves, a las 4pm, una marcha cruzó Rio con el cartel: Quantos mais tem que morrer pra esa guerra acabar? (¿Cuántos más tienen que morir para que esta guerra acabe?). Han pasado 120 días desde el asesinato de Marielle Franco, una mujer negra bisexual, socialista, campeona de los oprimidos de las favelas de Brasil. Bajo presión internacional, el gobierno brasileño accedió a la investigación, que parece no ir a ninguna parte. No se puede confiar en que la investigación vaya a completarse. El fiscal principal del caso, Homero Freitas Filho, dijo que es un «delito complicado» y que la «falta de información» y la «verdadera motivación del crimen» son las «principales dificultades». Es difícil confiar en un proceso así. Es el mismo Poder Judicial que ha sido tan desdeñoso con los hechos cuando se trata del encarcelamiento del candidato presidencial de izquierda, Lula (por favor lean el dossier del Instituto Tricontinental de Investigación Social sobre la lucha por la democracia en Brasil).  

Hay algo que decir sobre la atención internacional dada al asesinato de Marielle Franco. Es importante mantenerla.

Mientras tanto, en el extremo norte de Colombia, los asesinatos han continuado a un ritmo que debería choquear a una persona sensible. Más de 100 militantes de izquierda y líderes comunitarios han sido asesinados. Recientemente, Ana María Cortés fue asesinada en su pueblo, Cáceres (el nombre de este pueblo nos recuerda el de otra líder comunitaria y militante de izquierda que fue asesinada en Honduras en 2016, Berta Cáceres). Ana María Cortés tenía 46 años y luchaba por su comunidad contra las depredaciones de una compañía de energía y una represa hidroeléctrica. De nuevo, los paralelismos con Berta son claros. Pero también fue la coordinadora de la campaña presidencial del líder de izquierda Gustavo Petro. Su asesinato es parte de lo que parece ser una campaña coordinada y sancionada para eliminar líderes locales de izquierda en toda Colombia. Por favor lean más sobre esto en mi breve reportaje en NewsClick aquí.

Los intentos por eliminar líderes locales de izquierda no son específicos de Latinoamérica. Tenemos noticias de Sudáfrica, por ejemplo, donde se frustró un intento de asesinato contra S’bu Zikode, el líder del movimiento de habitantes de barracas (Abahlali baseMjondolo). Pueden leer sobre este atentado aquí (reportaje de nuestros amigos de New Frame). Ya escribí antes sobre la violencia continuada contra líderes locales de izquierda en los estados indios de Bengala Occidental y Tripura. El 24 de julio, el Partido Comunista de la India (Marxista) ha convocado manifestaciones en todo el país contra estas muertes. Muy poco separa el intento contra S’bu, los asesinatos de Berta, Marielle y Ana María así como muchos de otros en toda América Latina de los asesinatos y ataques en India. 

A menudo se piensa que el futuro es sombrío. Tanto está contra las fuerzas del progreso. Y sin embargo, existe el curioso temperamento de los seres humanos que, de espaldas contra la pared, continúan luchando. 

El filósofo marxista alemán Ernst Bloch escribió un enorme libro en tres volúmenes titulado El principio esperanza (1954-59). En estos libros, Bloch promovió el concepto de utopía. Sin una idea de utopía, una esperanza de una sociedad mejor en el futuro existe la tendencia a caer en la desesperación. Lo que comparten las versiones de derecha, tanto la del neoliberalismo como las versiones escolásticas del posmodernismo, es un desprecio por las utopías y por el cambio. Hayek, en su libro de 1944, Camino a la servidumbre, sugirió que cualquier intento por intervenir en el mundo definitivamente terminará en el terror. Es mejor dejar las cosas tal como las heredamos. Este cinismo sobre la posibilidad de cambio es un lugar común en el pensamiento posmoderno; se burlan de la idea de futuro como un compromiso abrumador con el pensamiento teleológico, pensando que está guiada por la imaginación acerca de hacia donde conduce el viaje humano. Pero lxs seres humanxs, las personas ordinarias que atraviesan las contradicciones de la vida cotidiana se aferran a alguna concepción utópica. A menudo viene de alguna religión pero tiene raíces seculares también. El presente es tan horrible para tantas personas que la esperanza en un futuro es necesaria. La utopía nos llega con muchos disfraces, uno de los cuales es la manera confiada en que las personas luchan contra la asfixia de nuestro presente. 

Es la única forma de entender la feroz valentía del pueblo, desde Haití hasta Jordania, desde Grecia hasta Argentina, personas que en las últimas semanas han estado en las calles contra las políticas de austeridad impulsadas por sus gobiernos, alentadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El FMI llegó a Haití y exigió el fin de los subsidios a la energía. El gobierno de Guy Lafontant estuvo de acuerdo. El pueblo salió a las calles. Lo que los llevó allí no fue simplemente el aumento en el precio del petróleo. Fue esencialmente la anulación de la libertad de Haití, un país ocupado por fuerzas externas: la deuda, los donantes, las ONG, la ONU, y, sobre todo, los Estados Unidos. El gobierno revirtió el fin de los subsidios, pero los disturbios continúan. Las protestas no son solo por los subsidios. Son sobre la vida misma. 

El pueblo de Haití sabe que los gobiernos «democráticos» que no rinden cuentas dicen una cosa y luego hacen lo que les place cuando se vacían las calles. Esto es lo que sucedió en Jordania. La gente protestó por las «reformas» del FMI, que entonces fueron revocadas por el Rey y el nuevo Primer Ministro. La gente se fue a casa. El Viceprimer Ministro Rajai Muasher dice ahora, «No podemos retroceder en las reformas fiscales. Estamos comprometidos con las reformas fiscales». Pero el gobierno no está comprometido con lo que le dijo a la gente. El FMI es mucho más importante que la voluntad de la gente común. La esperanza, para el resto de nosotrxs, reside en el gran sentimiento de la gente, mucho más que en la «ciencia» del FMI. 

La otra línea del frente para el nuevo asalto del FMI es Argentina. Desde noviembre de 2017 hasta junio pasado, el presidente del gobierno Mauricio Macri ha elevado las tarifas de la electricidad y el agua más de 1300%. Esto es intolerable. Es lo que provocó las protestas en Argentina el 9 de julio. Es lo que ha llevado a un aumento catastrófico de la pobreza, la mitad de la niñez argentina vive por debajo de la línea de pobreza. En octubre se publicará el dossier del Instituto Tricontinental de Investigación Social sobre Argentina y el FMI, que nuestra oficina en Buenos Aires está preparando. Estén atentos. 

En mayo, el FMI visitó Túnez. Presionaron por «reformas». El gobierno estuvo de acuerdo.  El lenguaje del informe del FMI es anémico: reducir los subsidios energéticos, «contener» la masa salarial del sector público, y aprobar la ley de «reforma» de las pensiones. Cortar, cortar, cortar. Todos los indicadores sugieren que mientras ustedes leen este boletín, el pueblo en Túnez se va a tomar las calles contra estas políticas. Saben lo que significa hablar sobre reducción y contención, reformas y peso de la deuda. Significa menos dinero en sus manos.

Mientras tanto, los que hacen las políticas públicas, los gobiernos del Grupo de los Siete (G7) y de la OTAN disfrutan del circo que producen los exabruptos de Donald Trump. Trump es un engaño. Absorbe el oxígeno de la discusión pública, haciendo afirmaciones ridículas que tienen poco que ver con las políticas. Por un lado, amenaza a los europeos con que Estados Unidos dejará que Europa se defienda sola, y por otro lado, su gobierno incrementa en 91% el financiamiento a la Iniciativa de Defensa de los Estados Unidos y Europa. Toda la discusión se centra en el último tuit de Trump, pero hay poca evaluación seria sobre la continuidad de las políticas entre Trump y sus predecesores. Para una breve mirada sobre esta continuidad, vean mi reportaje en Salon, aquí. Me gustaría que se prestara más atención, por ejemplo, a la causa raíz de estas protestas contra la austeridad y a los asesinatos de líderes comunitarios de izquierda que al desorden de personalidad de Donald Trump.

A la par, y por último, es un mérito de los pueblos del Cuerno de África que los líderes de Eritrea y Etiopía se hayan reunido por primera vez en dos décadas. Isaias Afwerki, de Eritrea, y Abiy Ahmed, de Etiopía, se encontraron en Asmara (Eritrea) el domingo pasado y se comprometieron a una normalización a gran escala. Van a intercambiar embajadores, se resolverán las diferencias limítrofes, se reanudará el transporte entre los dos países, y se reiniciará el comercio. El «estado de guerra» entre los dos países ha terminado y se implementará el acuerdo de paz del año 2000. Si eso significa que las sanciones de la ONU contra Eritrea serán levantadas es otra cuestión. Por ahora, es importante celebrar esta fraternidad recién descubierta. Los versos de la canción Africa Unite (1979) de Bob Marley cierran este nuestro vigésimo boletín del Instituto Tricontinental de Investigación Social. 

Africa unite

Unite for the benefit of your people.

Unite for it’s later than you think.

África únete.

Únete por el bien de tu pueblo.

Únete porque es más tarde de lo que crees.

Cordialmente,

Vijay

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